¿Hace tiempo que no haces ejercicio y te has planteado
retomarlo? ¿Ya realizas actividad física moderada, pero te planteas seguir un
programa de entrenamiento para mejorar tu rendimiento? ¿Hace tiempo que vienes
notando “malas sensaciones” ante determinados esfuerzos físicos a una intensidad insuficiente para
justificar ese malestar?...
Estas y otras preguntas tienen una respuesta clara y
no suficientemente repetida o que, al menos, no ha llegado a la población
interesada con la suficiente claridad.
Todo adulto que retome la actividad física y todo joven que
vaya a entrenar con altas intensidades deberían realizarse una PRUEBA DE
ESFUERZO. Esta prueba consistirá en pasar un test de esfuerzo hasta el
agotamiento u otras razones que hagan detener la prueba, generalmente en cinta
para correr o bicicleta estática (tapiz rodante o cicloergómetro), mientras se
valora la actividad del corazón, frecuencia cardíaca, gases inspirados/espirados, y otras cuestiones técnicas. Además, se medirán
otros parámetros que harán más precisos los datos que de ahí se obtengan: peso,
tensión arterial, composición corporal, etc. Los datos obtenidos permitirán
detectar un número importante de afecciones cardíacas u otros problemas médicos
asociados al esfuerzo o servirán para realizar una programación del
entrenamiento más precisa. Si sabemos dónde están nuestros límites, podremos
trabajar a la intensidad adecuada según el beneficio que queramos obtener:
mejora de la resistencia, aumento de fuerza, incremento de la masa muscular,…,
y tantas otras cosas que un entrenamiento dirigido por un profesional
cualificado nos puede proporcionar.
Nos ahorraremos mucho esfuerzo inútil y, aún más importante,
muchos “sustos” con la simple realización de esta prueba. Realmente vale la
pena.